domingo, 30 de octubre de 2022

Desintoxicación

 

Acabo de ingresar en un centro de desintoxicación. De manera voluntaria, por mi propio pie. No puedo más, no lo soporto. Me retiro, ya que no soportaría una tercera sobredosis, las cuales me han llevado al borde de la muerte.
Me recluyo en este lugar, aislado, en el que espero poder apartarme de todo lo que me hace mal.
Aún no se lo he comentado a ustedes, pero mi problema es la gente, las personas, tanto en colectividades como de manera individual. No soporto su presencia, interactuar con ellos, su falsedad, la simpleza y banalidad de la mayoría de ellos, la frivolidad y las relaciones egoístas e interesadas. No me interesa nada de lo que a la mayoría de las personas parece mover sus vidas. No quiero que me cuenten sus problemas laborales, los progresos de sus hijos, ni escuchar los defectos que aquejan a la pareja con la que padecen sus vidas.
En este lugar he encontrado la paz. Me hallo en un pabellón de un antiguo hospital psiquiátrico, reconvertido en lugar de retiro, de altos techos y pasillos infinitos, por los que deambulo en soledad mientras la luz del sol, tamizada por las hojas de los abetos, se filtra por los enormes ventanales de hierro, pintados una y mil veces. Dispongo de una sala con televisión, que aún no he encendido. Me dedico a pintar, actividad que he vuelto a retomar en abundante productividad aquí, desde que estoy sólo.
Mi interacción humana es únicamente con el personal que me atiende: enfermeros o enfermeras que vienen a tomar mi tensión a primera hora de la mañana y a entregarme mi cápsula eutimizante, que me tomo dócilmente sin rechistar. Dicha interacción se limita a dar los buenos días, contestar que estoy bien y decir hasta mañana. Dos veces a la semana hago terapia con una psicóloga y un psiquiatra, que me sirve más bien de poco, pues mi problemática la conozco yo, bastante mejor que ellas, que saben el grueso de la teoría, pero nunca conocerán las peculiaridades que cada una de las patologías que han estudiado tienen en cada individuo, mundo aparte unos de otros. Creo que el fracaso de esta ciencia es el tratar a todos los pacientes con una patología por igual, sin reparar en sus singularidades, vivencias y formas de experimentar los síntomas.
Dispongo de infinidad de libros, también, todo lo cual hace que mi estancia aquí sea feliz, y con paz mental. Me podría quedar en este lugar para siempre, pero entiendo que no tardarán en darme de alta. Mi problema reaparecerá, pues soy hombre urbano y eso conlleva indefectiblemente estar rodeado de personas, a las que detesto. Podría retírame al campo, sólo, pero me asquea todo lo que tiene que ver con la naturaleza; un monasterio tampoco sería la solución, pues la falsedad e hipocresía de sus moradores me resulta insoportable. El suicidio tampoco es la
salida, no sé si por excesivo narcisismo o por cobardía. De lo contrario ya lo hubiera llevado a cabo.
De momento disfruto en esta lugar, de mi soledad y mi escasa interacción humana…


Ahora, si me disculpan, debo dejarles, viene la enfermera con su rutina. He de decir que no es guapa, ni especialmente joven, pero me atrae. Nunca me han gustado las guapas, nada más que para admirar su belleza sin más; prefiero a las feas, siempre más agradecidas y entregadas….
Aún así os odio a todos, no lo puedo evitar.

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