domingo, 30 de octubre de 2022

Little light shining

 

Me despierto tras un sueño poco reparador. Quedo con los ojos cerrados mientras trato de orientarme: he llegado a dudar que estuviera en mi cama, pero reconozco finalmente que es así y me hallo en mi casa, en mi dormitorio. Quizá debiera dejar la vida crápula y golferas que tantos placeres me aporta, pues envejezco. Percibo la luz que ya me da en la cara. Se han borrado, eso si, los detalles de las últimas horas vividas la noche pasada, lo que denota que han debido ser intensas y divertidas.

Finalmente trato de ponerme boca arriba, para incorporarme y, a la vez que abro los ojos (con el temor a la sensación vertiginosa característica de la tremenda resaca que ya empiezo a intuir me acompañará este día) estiro el brazo derecho, que se topa con un cuerpo. Vaya! -pienso-, finalmente anoche se vino conmigo aquella compañera de trabajo, después de tanto aplazamiento infantil de lo que terminaría siendo inevitable, pues la atracción era mutua. La miro, inmóvil, y de pronto siento un escalofrío que me recorre la espina dorsal e inmediatamente un intenso calor facial. No recuerdo la misma cara de la chica con la que tome copas anoche, su cara esta deformada, tiene una mueca horrible, congelada; la boca cubierta de restos de sangre seca y sin piezas dentales; la nariz completamente hundida en el macizo facial y mientras un ojo permanence abierto, inerte y vidrioso, el otro es una negra oquedad, de una negrura y profundidad tenebrosas. Dios mío! he sido yo quien ha causado esto? Miro mis manos y soy consciente, por los restos de sangre y cabellos entre los dedos, que nadie más que yo ha sido el agente causante de tal horror. Comienzo a vomitar, tiemblo de frío y mi cabeza empieza a dar vueltas… no sé qué hacer… y lo peor de todo, porqué ?



Desintoxicación

 

Acabo de ingresar en un centro de desintoxicación. De manera voluntaria, por mi propio pie. No puedo más, no lo soporto. Me retiro, ya que no soportaría una tercera sobredosis, las cuales me han llevado al borde de la muerte.
Me recluyo en este lugar, aislado, en el que espero poder apartarme de todo lo que me hace mal.
Aún no se lo he comentado a ustedes, pero mi problema es la gente, las personas, tanto en colectividades como de manera individual. No soporto su presencia, interactuar con ellos, su falsedad, la simpleza y banalidad de la mayoría de ellos, la frivolidad y las relaciones egoístas e interesadas. No me interesa nada de lo que a la mayoría de las personas parece mover sus vidas. No quiero que me cuenten sus problemas laborales, los progresos de sus hijos, ni escuchar los defectos que aquejan a la pareja con la que padecen sus vidas.
En este lugar he encontrado la paz. Me hallo en un pabellón de un antiguo hospital psiquiátrico, reconvertido en lugar de retiro, de altos techos y pasillos infinitos, por los que deambulo en soledad mientras la luz del sol, tamizada por las hojas de los abetos, se filtra por los enormes ventanales de hierro, pintados una y mil veces. Dispongo de una sala con televisión, que aún no he encendido. Me dedico a pintar, actividad que he vuelto a retomar en abundante productividad aquí, desde que estoy sólo.
Mi interacción humana es únicamente con el personal que me atiende: enfermeros o enfermeras que vienen a tomar mi tensión a primera hora de la mañana y a entregarme mi cápsula eutimizante, que me tomo dócilmente sin rechistar. Dicha interacción se limita a dar los buenos días, contestar que estoy bien y decir hasta mañana. Dos veces a la semana hago terapia con una psicóloga y un psiquiatra, que me sirve más bien de poco, pues mi problemática la conozco yo, bastante mejor que ellas, que saben el grueso de la teoría, pero nunca conocerán las peculiaridades que cada una de las patologías que han estudiado tienen en cada individuo, mundo aparte unos de otros. Creo que el fracaso de esta ciencia es el tratar a todos los pacientes con una patología por igual, sin reparar en sus singularidades, vivencias y formas de experimentar los síntomas.
Dispongo de infinidad de libros, también, todo lo cual hace que mi estancia aquí sea feliz, y con paz mental. Me podría quedar en este lugar para siempre, pero entiendo que no tardarán en darme de alta. Mi problema reaparecerá, pues soy hombre urbano y eso conlleva indefectiblemente estar rodeado de personas, a las que detesto. Podría retírame al campo, sólo, pero me asquea todo lo que tiene que ver con la naturaleza; un monasterio tampoco sería la solución, pues la falsedad e hipocresía de sus moradores me resulta insoportable. El suicidio tampoco es la
salida, no sé si por excesivo narcisismo o por cobardía. De lo contrario ya lo hubiera llevado a cabo.
De momento disfruto en esta lugar, de mi soledad y mi escasa interacción humana…


Ahora, si me disculpan, debo dejarles, viene la enfermera con su rutina. He de decir que no es guapa, ni especialmente joven, pero me atrae. Nunca me han gustado las guapas, nada más que para admirar su belleza sin más; prefiero a las feas, siempre más agradecidas y entregadas….
Aún así os odio a todos, no lo puedo evitar.

viernes, 28 de octubre de 2022

Microrrelatos (II)

Niunca habia sido atraído por los otros niños, ni por los simples juegos que practicaban. Por contra, le gustaba acrecarse a la verja del manicomio y observaba durante horas el ir y venir de los residentes de aquel -según le parecía a ese niño- maravilloso lugar, en el que nadie hablaba con nadie y cada uno hacía lo que le venia en gana: el paseante eterno, cabizbajo y arrastrando los pies; el empedernido fumador, que enlazaba un cigarrillo con otro y otro, hasta agotar el paquete; algunos se balanceaban y pendulaban rítmica y monótonamente; otros hablaban con una puerta, reían... Qué extraordinario mundo de sensaciones nuevas se esconderían tras esa verja (y sobre todo tras esas puertas y en la intimidadc de esos dormitorios, que el imaginaba sombrios, húmedos y muy atrayentes. No he vuelto a saber nada de aquel niño, espero que haya conseguido lo que quería y haya penetrado de lleno en ese mundo que anhelaba desde la puetra de ese viejo manicomio. .................................................................................................................. 

 Fueron juntos, al anochecer a la costa a sacar fotografias nocturnas del paisaje urbano con las olas rompiendo en el espigón. Durante horas pasearon y, aunque felices aparentemente, él iba pensando en silencio si era el momento de dejar esa relación, pues tenía serias dudas de que la siguiera queriendo. En un momento, muy repentino, las olas comenxaron a crecer en la fuerza con que impactaban, hasta el punto de que una de ellas llegó a empaparles las ropas y casi acaba con la vida de la cámara que él llevaba encima. La siguiente ola fue de una potencia monstruosa, lo que hizo que ambos se separaran, llevados por la sorprasa y el miedo. Ella desapareció de su vista, fue su despedida, una despedida sin adiós y sin siquiera mirarse por untima vez, ella no le vió a él y e´l s´solo pudo verlña de espaldas huyendo hacia el lado contrario que tomó él. Y así, agarrado a una columna del paseo, esperando y confiado en que la fuerza de la marea no alcanzara ese lugar aguantó hasta que la siguiente ola lo barrió y arrastró de donde estaba. Sintio que caía en una nada, fría y sin referencia de dónde estaba el suelo o el cielo; tuvo claro que era su fin y no se resistió, muy docilmwnte dejó que el mar se lo tragara. En esos segundos pensó en sus padres, no en ella, que probablemente habia tomado el camino adecuado y se enteraría al poco tiempo de su desaparición. "My face is all lit up. If they find me racing white horses, They'll not take me for a buoy. Let me be weak, let me sleep and dream of sheep". ..................................................................................................................

Había dormido de un tirón, plácidamente, sin apenas variar la postura con la que cayó en la cama; no recordaba haber tenido sueños; por primera vez en meses se había levantado sin contracturas cervicales. 
Puso comida al gato y se preparó un café. Mientras se lo tomaba, sentado en el sofá, actualizó sus redes sociales. Se cepilló los dientes y vació su vejiga. Abrió las ventanas para ventilar la casa, pues no salía de ella desde hacia 2 semanas. Desde la ventana más grande del salón, ya abierta,  saltó al vacío, con los ojos cerrados y la mente en blanco, sólo a la espera de impactar contra la acera y que acabara todo.